Pasear por Benimaclet con Antonio Máñez es una delicia. A sus 73 años, su prodigiosa memoria le evoca a cada paso recuerdos del lugar al que llegó con solo 4 años desde Arteas, una pequeña aldea de Bejís (Castellón) , lo que hizo que le llamaran el ‘xurret’ o el ‘xurro’.
Un apodo que a Antonio nunca le ha molestado, pues entiende que se utilizaba con cariño. Su familia se quedó además un ultramarinos de la plaza de Benimaclet, que ya era conocido como ‘la tenda del Xurro’ por el anterior propietario, en cuya parte de arriba tenían la vivienda y que años después sería el bar Glop.

La riada en Benimaclet
«Mira, por aquí empezó a llegar el agua de la riada de 1957«, explica Antonio a Disfruta Benimaclet mientras señala la calle de Nuestra Señora de la Asunción, adyacente a la plaza. «Llegó muy poco a poco, como si se estuviera regando un campo a manta; dio tiempo a colocar tablas en las puertas y sujetarlas con estiércol de la vaquería», rememora Antonio, que por aquel entonces tenía 7 años.
Le hemos llevado frente a la casa que fue su primera vivienda en Benimaclet, en una plaza que por entonces estaba diáfana (aún no estaba la fuente circular) y desde donde fue testigo de primera mano de todo lo que acontecía en el centro de lo que entonces era una pedanía de València.
Como cuando falleció el maestro Carles Salvador y todo los niños desfilaron ante el ataúd en su casa junto a la plaza, aunque por aquel entonces no se entendía la importancia de este intelectual que recibía desde Benasal ‘conferencias’ en el único teléfono de Benimaclet, ubicado en la cercana droguería Buch. O como cuando se hacían espectáculos de variedades en las fiestas y los artistas utilizaban la casa familiar de Antonio como camerino.
La cárcel, los Joaquines y Concha Piquer
«En este local junto a la iglesia estaba la cárcel, una especie de calabozo donde se metía a los borrachos a que pasaran la noche», rememora Antonio. Y a continuación, al principio de la calle Puçol, había tres locales gestionados por personas con el mismo nombre el bar del señor Joaquín, la droguería del señor Joaquín, y la clínica del señor Joaquín el practicante.

A Antonio, a quien los amigos también llaman Tono o Toni, se le hace fácil recordar aquellos tiempos, que ha plasmado en el libro ‘Benimaclet 1950-1970. Tradiciones, vivencias y anécdotas’, editado por UPWords. A lo largo de 270 páginas que se hacen cortas, la gente mayor de Benimaclet rememorará cómo vivían entonces, y a quienes somos más jóvenes nos descubre episodios sorprendentes.
La visita que hizo Concha Piquer a Benimaclet para ver a una prima. El día que nevó y los niños del barrio hicieron un muñeco de nieve que duró dos días. La plaza de toros portátil que se montaba por las fiestas. El ‘santero’ que hacía figuras de santos en su taller frente a la escuela. Las anguilas que se pescaban en el clot de Vera … son algunos de ellos.
Un ‘xurro’ en Benimaclet
A Antonio las anécdotas no se le acaban, y se nota que disfruta contándolas. Explica que lo más gratificante de escribir este libro, cuyo germen ha sido la colaboración con la revista de la asociación vecinal bajo el título «Un xurro en Benimaclet», ha sido reencontrarse con antiguos amigos.
«Son cosas que yo he vivido desde pequeño, y con los amigos paseando por el pueblo contamos cómo éramos entonces y cómo se vivía», señala. Destaca «el cambio enorme» que vivió Benimaclet a partir de 1962, cuando empezó a llegar gente de fuera y se hicieron las fincas de Abel, de los Ferroviarios y de la Cooperativa. También fueron los inicios de la televisión, que restó tiempo de juego infantil en la calle.

La farmacéutica que merece una calle
El libro pasea por el cine ‘Meló’, por la ‘finqueta de papel’ (la primera de cuatro pisos y materiales ligeros que se levantó en Benimaclet), por ‘la casa de los azulejos rotos’, por el mercado de la plaza, por los tres casinos que había o por los bautizos donde los niños gritaban «padrí ronyós ha parit un gos». E incluye fotos antiguas, muchas del archivo de la asociación vecinal.
Pero además rinde homenaje a doña Adelina Montesinos, una de las tres mujeres que se licenciaran como farmacéuticas en la Universidad de Granada y que en 1927, con solo 20 años, montó una botica en Benimaclet.
Antonio considera que se le debería dedicar una calle por la labor que hizo para reclamar al alcalde de València que se quitaran las Cámaras Beccari (ubicadas donde actualmente está el Centro de Investigación de Salud Pública), que almacenaban la basura de la ciudad. Según soplara el viento, Benimaclet se llenaba de un olor insoportable.

El libro tendrá segunda parte
No es la primera vez que Antonio se ha adentrado en el mundo de la literatura. Cuenta con otros dos libros sobre el lugar donde nació, Arteas, y tiene acabada una novela que aún no ha visto la luz. Lo mejor de este libro sobre Benimaclet es que habrá segunda parte, referida al periodo 1980-2000. Quien lo desee le puede enviar fotos y anécdotas de esos años al correo librobenimaclet@gmail.com.
Nos despedimos de Antonio con ganas de que nos cuente más cosas del antiguo Benimaclet y deseando que fructifique el proyecto de llevar a cabo una ruta por el barrio basada en este libro. Si tienes ganas de leerlo, se puede comprar en las librerías La Traca y Pasqui. Feliz lectura.