Raquel Ricart es una escritora que hace literatura de la cotidianidad: todas sus novelas cuentan historias de gente de a pie, pues le gusta convertir en protagonistas a las “personas normales”. ¿El motivo? “Pienso que todos tenemos novelas en la vida; la vida está llena de novelas”, explica a Disfruta Benimaclet.
Aunque nació en Bétera (Valencia) en 1962, Raquel Ricart ya ha vivido más años en Benimaclet que en el pueblo que le vio nacer: llegó como estudiante, después se vino a vivir aquí con su pareja y ya se quedaron.

Casi treinta años han pasado desde entonces, por lo que no le molesta que le digan que es de Benimaclet, aunque se ríe cuando explica que en este barrio-pueblo “también están los ocho apellidos de Benimaclet y el resto somos los que hemos llegado”. Pero defiende que ni se siente extraña, ni se lo hacen sentir, por lo que se considera “una más de aquí”.
Los libros, parte de su vida
La relación de Raquel con la literatura viene de lejos. De pequeña, su madre le quitaba los libros de las manos para que se fuera a la calle a jugar, y por la noche le pedían que dejara de leer y apagara de la luz. Sus regalos de cumpleaños o de Navidad eran libros.
“Me recuerdo siempre leyendo, y eso que en mi pueblo no había biblioteca ni librerías”, rememora Raquel, quien confiesa que los libros forman parte de su vida. “Puedo pasar varios días sin escribir, pero sin leer no, es imposible; para mí leer es … más que comer”, asegura con una sonrisa.
Pero también escribe desde bien joven, cuando tenía 15 o 16 años y unos cuantos amigos crearon en Bétera una revista literaria. “Empecé a escribir relatos y ya no he parado”, explica. De hecho, cuando se le preguntan cuántos libros ha escrito confiesa que no lleva la cuenta. Según la Wikipedia, su obra la componen 17 títulos, que le han valido varios premios.

El reto de una novela entera
Su primera novela fue “Una mort al sindicat” (1996). Hasta entonces había escrito narraciones más o menos largas, pero quería ver si era capaz de escribir una novela entera. Y no solo se lo pasó muy bien alumbrando esta novela negra, sino que fue un debut que le dio “la certeza” de que podía escribir novelas.
A partir de ahí no ha parado de publicar -no tiene ninguna novela en un cajón-, incluidas de otros géneros, como el juvenil o la ciencia ficción: ‘Van ploure estrelles’, ‘El quadern d’Àngela’, ‘El ciutadà perfecte’, ‘Les ratlles de la vida’, ‘El temps de cada cosa’ o ‘Les mars perdudes’.
Su última novela es ‘El dit de Déu’, que vio la luz en septiembre 2022, en la que intenta expresar su relación con la literatura y con la que acaba de ganar el Premio Nacional de la Crítica de narrativa.
Libros escritos en valenciano
Raquel escribe siempre en la lengua que utiliza prácticamente para todo, incluso para los Whatsapp: el valenciano, pese a que tiene menos lectores y menos promoción. “Es una lengua cultísima, una lengua literaria preciosa. Y no nos tendríamos que asombrar de que haya buenas novelas en esta lengua. Existe un sesgo cultural que te hace creer que una buena novela estará escrita en otra lengua”, lamenta.
Dos de sus novelas han sido traducidas al gallego y una al castellano. Aunque sus clases en el colegio eran en castellano, en cuanto empezó a escribir lo hizo en la lengua en la que hablaba en su pueblo. Y le alegra encontrarse en los clubes de lectura con gente que carece de formación en valenciano pero que entiende y a la que le gustan sus obras.

Quizá es porque le gusta recurrir al sustrato de la lengua popular, que considera “riquísima”, aunque lamenta que “se va perdiendo mucho”, y por ello suele incluir frases hechas y refranes. También le gusta convertir a las mujeres en protagonistas, como en ‘Les ratlles de la vida’, un homenaje de sus antepasadas lleno de mujeres de pueblo, o su última novela, protagonizada por tres mujeres.
Benimaclet en las obras de Raquel Ricart
Como curiosidad, el pueblo que le vio nacer no ha aparece citado en ninguna de sus novelas, pero sí se puede encontrar Benimaclet, como en la novela ‘El temps de cada cosa’ o en la rondalla ‘Revolta en l’Horta’.
“Es que yo aquí vivo muy a gusto. Me gusta de Benimaclet lo que tiene de pueblo, en el sentido de que por ejemplo mi hija ha podido ir al colegio andando, y me gusta hacer vida de barrio: es un privilegio vivir en un lugar en el que puedes salir a pie a comprar y tienes de todo”, señala a Disfruta Benimaclet.
Raquel admite que en Benimaclet faltan dotaciones, como un auditorio, pero revindica que es “un barrio tranquilo, con sus problemas, evidentemente, pero que es habitable”. Un lugar donde además viven muchos escritores y hay vida cultural. Como la que se congrega en el Centro Instructivo Musical (CIM), al que está muy ligada y donde toca el fliscorno.
También le gusta que aquí no exista el “control” que suele haber en los pueblos sobre la vida de los demás, y que al pasear por sus calles encuentres a valencianos de otras comarcas que después de un tiempo aquí se han quedado a vivir. “Hay un crisol de lenguas magnífico”, asegura.

De escribir no se vive
Raquel admite que “de escribir no se vive”. Y de escribir en valenciano, “menos todavía”. Por ello ha tenido otro trabajo hasta hace poco, en un sindicato, que es el que le ha dado de comer. A raíz de un ERE pidió la baja voluntaria y ahora está con ganas de dedicarse “solo a la literatura”.
Desde que dispone de más tiempo, dedica las mañanas a la escritura y a la lectura, aunque confiesa que cuando está inmersa “dentro de una novela” no hay horas: “porque ya estás dentro y ya estás viviendo ahí”, explica. Y le gusta leer en voz alta lo que va escribiendo, para ver si tiene ritmo, si “funciona”.
Raquel quería ser periodista pero por aquel entonces la carrera no estaba en València y no se podía pagar una en Barcelona. Empezó Filología pero no la acabó, si bien su vida han sido y son los libros. Puede que influyera en ello el hecho de que sus padres hicieran teatro de aficionados, sainetes, que supusieron que en su casa siempre hubiera libros de teatro en valenciano.
De hecho, en sus inicios escribió ‘Ferrabràs’, una obra para actores y marionetas que representó en los años 80 Bambalina, una compañía con la que trabajó un tiempo de actriz.
Para Raquel, la necesidad de leer o escuchar historias, de verlas en series o películas, es ancestral, desde las historias que se contaban cerca del fuego. Y nos comparte una frase que aparece en su último libro y con la que no podemos estar más de acuerdo: “Yo soy todos los libros que he leído”.