Empezaron reclamando un semáforo para evitar los accidentes del trenet que atravesaba el barrio. Siguieron reivindicando asfaltado e iluminación para las calles, zonas verdes, colegios, un centro de salud, la erradicación del trenet, un instituto, que la especulación urbana no acabara con la huerta …
Y entre reivindicaciones y logros, la Asociación vecinal de Benimaclet ha cumplido ya 43 años, un periodo de tiempo en el que además ha ejercido como elemento dinamizador del barrio y ha impulsado la creación de otras asociaciones.
Los inicios de la asociación vecinal
Pero empecemos por el principio. Corría el año 1974. Un accidente ferroviario del trenet que conectaba el Pont de Fusta con El Grao ( y que a lo largo de su historia, hasta su eliminación en 1990, dejaría 22 muertos y 41 heridos graves en 87 arrollamientos) llevó a varios vecinos a movilizarse.
Querían que ese medio de transporte que discurría a través de un muro que dividía Benimaclet entre la parte rica y la parte pobre -el llamado ‘muro de la vergüenza’– fuera menos peligroso para los habitantes del barrio.
Por aquel entonces, Benimaclet acababa de dejar de ser una pedanía para convertirse en un distrito de la ciudad. Contaba con un centro histórico conformado por viviendas bajitas, y el resto era un barrio dormitorio, con calles sin asfaltar y sin luces, sin colegios públicos y con un ambulatorio en una planta baja que tenía poco de sanitario.
Con ese panorama, los vecinos que ya se habían unido para exigir un semáforo que evitara los accidentes del trenet empezaron a trabajar para lograr mejores servicios públicos para todos.

Así lo cuenta a Disfruta Benimaclet su actual presidente, Antonio Pérez, que a sus 75 años lleva una década al frente de una asociación a la que ha pertenecido desde sus inicios. La entidad quedó legalizada en 1976 y organizó su trabajo en plataformas para reivindicar lo que se necesitaba, con concentraciones, manifestaciones y lo que hiciera falta.
“Cada colegio público costó unos nueve años; el centro de salud siete años, y el segundo centro de salud empezó a pedirse en 2004 y, aunque ya se ha construido, aún no se ha inaugurado”, afirma Antonio, quien destaca que, “aunque parece fácil”, conseguir esas infraestructuras ha costado muchos años de trabajo.
Antonio rememora que al principio no sabían nada de cómo organizarse, pero lo aprendieron todo trabajando y observando. Considera además que las asociaciones vecinales fueron “una de las mejores escuelas democráticas” en España y de lucha contra una Dictadura que las concebía únicamente “para fiestas y para llevar andas”.
Necesarios y sin color político
“Somos necesarios, les guste o no a los que gobiernan, sean estos de izquierdas o de derechas”, reivindica Antonio Pérez, quien considera que estas asociaciones “no deben tener color político”, aunque sí que ejercen la política en tanto que recogen las reivindicaciones “justas y normales” de los vecinos del barrio y las impulsan.

Admite que la Asociación vecinal de Benimaclet es “bastante histórica”, y defiende que una de las claves de esa pervivencia fue darse cuenta de que tenían que tomar decisiones por encima incluso de los gobernantes si no les atendían.
No obstante, asegura que el trato con quienes gobiernan es “educado”, colaboran con ellos en lo que “es bueno para el barrio”, pero exigen que nos les aparten como si fueran asociaciones “caducas” cuando no les necesitan, sobre todo pasadas las elecciones.
Reivindicaciones vecinales
Entre las reivindicaciones que ha encabezado la Asociación de vecinos, figuran la lucha contra el trenet, que finalmente hizo su último trayecto el 31 de enero de 1990. Tres años después tuvieron que movilizarse para que no se instalara en la calle Dolores Marqués la planta hormigonera que debía atender las obras de metro de la línea 3, que finalmente se ubicó en las Cámaras Becari.
Las obras del metro y de la línea 4 del tranvía conllevaron que en 1993 y 1994 las calles Emilio Baró y Vicente Zaragozá estuvieran totalmente levantadas y que durante quince meses no se pudiera circular por ellas, con los consiguientes perjuicios para el comercio de barrio.
Precisamente, esta situación fue el germen de la Asociación de Comerciantes de Benimaclet (Ascobe), que empezó a reunirse en los locales de la asociación vecinal.

También trabajaron para que Benimaclet tuviera un instituto (el Ferrer i Guàrdia), un colegio municipal o un centro de salud, mientras que en los últimos años ha sido emblemática la lucha por lograr unos huertos urbanos donde se acumulaba la basura por la paralización del PAI Benimaclet Este. Entre sus reclamaciones actuales, figura una casa de la cultura para el barrio, que de hecho está grafiada en ese PAI.
Benimaclet tiene actualmente un “asociacionismo que desborda”, con una veintena de asociaciones y colectivos que trabajan en y por el barrio
La lucha por esas reivindicaciones ha ido en paralelo a la organización de actividades para el barrio, como los Carnavales, clases de alfabetización o lecciones de valenciano para inmigrantes. Y su labor ha impulsado además la creación de nuevas entidades, como la Asociació de Dones Veïnals o la Asociación Juvenil.
Todo ello en un barrio donde actualmente hay un “asociacionismo que desborda”, destaca Antonio, con una veintena de asociaciones y colectivos, con los que asegura que hay buena relación.

El reto más inmediato de este movimiento vecinal es la Estrategia Integral de Benimaclet, un proceso impulsado por la Concejalía de Participación Ciudadana para que los vecinos plantaran durante seis meses cómo les gustaría que fuera su barrio, y que en este ha dirigido el colectivo “Benimaclet és futur”.
Una reflexión que ya impulsó la Asociación en 2015, junto a dos Universidades valencianas, con un concurso de ideas sobre alternativas para el PAI de Benimaclet Este, al que se presentaron 53 trabajos de España, dos de Francia y uno de Argentina, y que ganaron tres proyectos (Diàlegs per l’acció, PAHI (Plan de Actuación de la Huerta Integrada) y Welcome: tu barrio es tu casa).
Desde la premisa de un urbanismo más respetuoso con el medio ambiente, la intención es buscar junto a los propietarios de esos terrenos y el Ayuntamiento soluciones para intentar que el PAI se ejecute “con sentido común”.
“Se trata de que entre la huerta a la ciudad, no que la ciudad salga a la huerta”, describe Antonio, quien reivindica una solución que no “rompa el barrio”, para contar con una ciudad “lenta, amable, verde, humana y justa”.
Presidencias paritarias
Todo este trabajo en defensa de más servicios públicos y una mejor vida para Benimaclet lo ha desarrollado a lo largo de cuatro décadas una asociación de vecinos que ha tenido ya diez personas en la presidencia (cinco mujeres y cinco hombres) y que cuenta con una junta directiva formada por una veintena de personas.

El actual presidente, que asumió el cargo para tres años hace una década, aunque asegura que dentro de dos años se “planta”, reivindica que Benimaclet aspira a ser un barrio no turístico, sino lento y tranquilo, donde se reduzcan los coches mediante aparcamientos disuasorios, se pueda vivir con seguridad y se potencie un comercio de proximidad que “ha sufrido mucho”.
Un barrio donde además los estudiantes son “muy bienvenidos” -ha llegado a haber 5.000 universitarios en un barrio que cuenta ahora con 23.600 habitantes- pues compran en la zona, alquilan aquí sus viviendas y se involucran con la gente mayor y en actividades participativas.
Si queréis conocer más de cerca a la Asociación vecinal de Benimaclet, solo tenéis que acercaros a su lo local, en la Avenida Valladolid, 42. Os recibirán con los brazos abiertos.