MEDIO AMBIENTE

El herbario urbano de Benimaclet

Al menos 110 especies distintas de plantas -que a su vez atraen a numerosas aves e insectos– se pueden encontrar en el descampado de Benimaclet ubicado al final de la Avenida Valladolid, en el límite entre la ciudad y la huerta.

Se trata de un solar que hace unos pocos años era una extensión de tierra y polvo -gracias al uso del herbicida glisofato, actualmente prohibido- y en el que se acumulaban los escombros. Sin embargo, la memoria de ese suelo, con las semillas conservadas de cuando era tierra de cultivo, y las que llegan de la mano del viento, el agua o los animales, lo han convertido en un lugar que merece la pena visitar.

Lo hacemos de la mano de Marco Ranieri, un artista cuyo trabajo se desarrolla en el ámbito del arte y la ecología y que ha creado el proyecto “Herbario urbano”, quien nos guía en un paseo botánico organizado en colaboración con los colectivos La Figuera y Cuidem Benimaclet con motivo de la presentación de la iniciativa ‘Vincles’.

Algunas de las plantas que se pueden encontrar en un descampado de Benimaclet, con Marco Ranieri como guía
(De izq a dcha) Laurel con esparraguera, Marco Ranieri, cerraja y grama. ©DsftBenimaclet

La vegetación espontánea

“Desde 2013 he hecho varios recorridos o derivas en distintos barrios de València, como el Carmen, Cabanyal, Grao y Benimaclet, explica Marco a Disfruta Benimaclet. Su objetivo no es otro que reivindicar “el valor de la biodiversidad vinculada a la vegetación espontánea que surge en cualquier lugar favorable a la vida: desde alcorques a grietas, fisuras del asfalto o descampados.

En el caso de este solar de Benimaclet, todo empezó con el confinamiento por la pandemia de coronavirus: fueron días en los que llovió mucho, seguidos de jornadas de mucho sol. Esa situación climática, unida a la ausencia de actividad humana (no se podía salir de casa salvo para ir a trabajar  en una actividad esencial o algún rato para pasear al perro, como era el caso de Marco), dieron lugar a “una explosión de biodiversidad”.

En esos paseos junto a su mascota, Marco, a quien además de tener un diploma de especialización en Sostenibilidad en la UPV y de haber trabajado en la huerta le gustan mucho las plantas, empezó a fijarse en todas las especies que le rodeaban y a elaborar un listado, que se puede consultar en su página www.herbariourbano.com.

Un paseo botánico

Y como para Marco caminar es también una práctica artística, nos guía en un paseo botánico para descubrirnos gran parte del patrimonio natural y la diversidad que acogen  estos terrenos que, si nadie lo remedia, desaparecerán cuando se ejecute el PAI de Benimaclet.

NARANJOS: comenzamos por los frutales del solar, y en concreto los naranjos. Marco nos explica que estos árboles llegaron por la Ruta de la Seda y al principio sus frutos no eran comestibles, sino solo ornamentales, y sus flores se usaban para producir perfumes, aceites esenciales o cosméticos.

Cebadilla silvestre, higuera, acelgas y retama, algunas de las plantas que crecen en un solar de Benimaclet
Cebadilla silvestre, higuera, acelgas y retama en un solar de Benimaclet. ©DsftBenimaclet

Los primeros naranjos dulces llegaron desde Italia a Valencia a finales del siglo XVIII, donde se expandieron por terrenos que eran de secano y que se transformaron en regadío, y se convirtieron en el frutal emblemático de Valencia en el siglo XX.

LAUREL: muy cerca de estos naranjos encontramos laurel, un arbusto mediano cuya madera es muy resistente y por ello se usa en ebanistería. Las  hojas se emplean para condimentar guisos y  las bayas para producir un aceite esencial contra los piojos. Atrae muchos pájaros, sobre todo en otoño.

ESPARRAGUERA: a los pies del laurel brota la esparraguera, cuyos pinchos protegen los árboles jóvenes de roedores o animales que comen brotes. Sus bayas gustan a los pájaros, sus tallos se pueden comer en primavera, y sus raíces son diuréticas.

AGRET: una leguminosa africana que llegó a Europa por el comercio agrícola. Figura en la lista de las peores especies invasoras de España y su venta está prohibida, ya que se propaga muy rápidamente en entornos naturales. Pero Marco reivindica que protegen de hongos a las raíces de las plantas que crecen cerca.

GRAMA: nos fijamos ahora en el herbazal del descampado y vemos la grama, una de las hierbas más temidas por los agricultores debido a su capacidad de expansión. Sus raíces crecen cruzadas, de forma que generan como una red sobre el suelo, “como una piel”, que impide que el suelo se compacte y lo protege del frío o el calor extremos.

CERRAJA: avanzamos hasta la cerraja, cuyas hojas se pueden comer en ensalada, así como sus flores, que son diuréticas. Se convierten en ‘abuelitos’ que se dispersan con el viento, lo que hace que a veces las confundan con dientes de león. Y muy cerca de ella vemos la CEBADILLA SILVESTRE, a la que le gusta vivir cerca del ser humano.

Gamoncillo, viborera, perejil de asno y amor de hortelano, algunas de las plantas observadas durante un paseo botánico por Benimaclet.
Gamoncillo, viborera, perejil de asno junto amor de hortelano y un momento del paseo. ©DsftBenimaclet

HIGUERA: en el límite donde antes había una alquería, Marco nos muestra una higuera, y nos cuenta que se trata de la primera planta domesticada por el ser humano: los pastores que hace 14.000 años recorrían el río Jordán la plantaban a lo largo de su ribera para alimentarse durante la trashumancia.

Luego se expandió por el Mediterráneo y se ha plantado siempre en los márgenes de jardines y huertos. La razón: tradicionalmente se dice que no se descansa bien a su sombra, lo que según Marco se debe a que la polinizan pequeñas avispas, que no se ven pero producen un zumbido constante.

ACELGAS: de esta planta mediterránea podemos encontrar en el solar plantas asilvestradas, algunas de hojas muy grandes. Marco explica que alguna vez fueron cultivadas aquí y luego se han propagado por el terreno en desuso mezclando sus características. Un ejemplo de semillas que han quedado en la “memoria” del suelo y han aprovechado la oportunidad para brotar.

RETAMA: en el pasado era importante a nivel económico porque de ella se sacaban fibras para hacer sacos y cuerdas. Por su toxicidad, la creencia popular hacía que se usara en rituales para espantar a las brujas o el mal de ojo. En primavera se colgaba en las puertas de las casas, o se quemaba y con su humo se aireaban puertas y ventanas.

LLANTÉN: usado desde la Prehistoria para curar por sus propiedades antisépticas y antibacterianas. En cataplasma, se empleaba para tratar la dermatitis o pequeñas picaduras. Muy abundante en el pasado, los romanos la conocían como “la planta”. Cerca de ella encontramos la CARRETILLA, parecida a la alfalfa.

GAMONCILLO: planta de flor blanca, los griegos pensaban que cubría una de las regiones del inframundo, y  por ello se las daban a los moribundos, para ayudarles en su paso al más allá.

Palmeras, arce, malvas y, en la mano, fruto de bolsa de pastor: algunas de las plantas que crecen en un solar de Benimaclet.
Palmeras, arce, malvas y, en la mano, fruto de bolsa de pastor. ©DsftBenimaclet

RABANIZA: de las primeras en florecer en invierno, son como un manto de flores. Tienen un sabor parecido a la rúcula y sus semillas son un poco picantes, por lo que se las conoce como “el wasabi del Mediterráneo.

VIBORERA: de color azul violáceo, atraen a las abejas por su inflorescencia, y además su flores son muy dulces. Se las conoce así porque le salen como unas pequeñas lenguas negras, que recuerdan a las de las víboras.

PEREJIL DE ASNO o de burro: planta muy tóxica, tradicionalmente se ha usado como planta abortiva.

EL AMOR DE HORTELANO: curioso nombre para una planta que se pega o engancha si la tocas. De la familia de las rubiáceas, el jugo de sus raíces se usaba como pigmento para aclarar el pelo o teñirlo de rubio. Conocida también como ‘pin de la naturaleza’, empieza a crecer en primavera y muere cuando acaba el calor.

PALMERAS: se usaban en las huertas como hitos para señalar de lejos un camino o una compuerta. Aquí hay dos junto a una acequia enterrada, de la especie washingtonia. Procedentes de los desiertos de la baja California, llegaron a España como plantas ornamentales. Se dispersan mucho con las gaviotas, que comen sus dátiles.

ARCE AMERICANO: lo encontramos debajo de una de las palmeras. De hoja de fresno, se expandió a finales del siglo XIX y principios del XX como el árbol de jardín de moda en la huerta valenciana.

MALVA: planta pionera que coloniza terrenos baldíos. De ciclos vitales cortos, genera sustrato y permite la llegada de otras plantas. Sus hojas son comestibles, al igual que sus frutos, conocidos como ‘quesitos’. Algunas forman círculos.

GRAMA DORADA: junto al borde que da al colegio municipal, es una especie de grama que crece a gusto cerca de paredes y muros.

Morera, chopo y capellanes, plantas que habitan un descampado de Benimaclet.
Morera, chopo y capellanes en un descampado de Benimaclet. ©DsftBenimaclet

MORERA: la que hay en el descampado es negra, de bayas muy dulces y que se empleaban para teñir tejidos. Con ella se creaba una seda más basta que la de la morera blanca. Atrae a los mirlos, que acuden por la mañana a comer sus frutos.

BOLSA DE PASTOR: de flor pequeña, su fruto tiene forma de una bolsita en forma de corazón, que recuerda al hato que llevaban los pastores con la merienda. Sus hojas se pueden comer y en infusión se dice que regula el ciclo menstrual. Cerca encontramos CAPELLANES, muy abundantes en una esquina.

CHOPO: árbol de raíces muy extensas, de las que pueden salir varios troncos, como aquí. Marco nos cuenta que en Utah hay un bosque de casi 56.000 chopos, que proceden de un único ejemplar, pues sus raíces perviven muchos años. Los romanos lo llamaban “el popular”, de tantos como había en sus bosques.

Junto a estas y más plantas, se pueden ver mariposas, vencejos, golondrinas e incluso cernícalos, que acuden a comer de ellas y a cobijarse,  lo que lleva a Marco a reivindicar que este descampado podría transformarse en un “pulmón verde” y en un “foco de diversidad”.

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