En Benimaclet hay un taller donde ocurre algo extraordinario: los objetos inanimados cobran vida. Una suerte de magia que es posible gracias a las manos y al saber de Edu Borja, un marionetista que lleva tres décadas haciendo lo que más le gusta: construir títeres y actuar con ellos.
Edu Borja (València, 1959) recibe a Disfruta Benimaclet en su taller de la Plaza José María Trenco, al que acude cada vez que tiene un rato libre a construir marionetas de hilo o a ensayar con ellas. Allí se acumulan las creaciones que ha ido alumbrando o comprando a lo largo de treinta años: una colección formada por un centenar de muñecos de distintos tamaños y países de procedencia.

Pasión por las marionetas desde niño
Nos cuenta que su pasión por las marionetas le viene de niño, de cuando veía en la televisión en blanco y negro “La perrita Marilín” y otros programas protagonizados por la marionetista austríaca Herta Frankel y la compañía Los Vieneses.
“Era un teatro de marionetas de distintos tamaños y técnicas que en ese momento no hacía nadie en España, y a mí se me caía la baba”, rememora Edu Borja, quien cuando creció se inició en el mundo del teatro. Y dentro de la compañía de teatro independiente L’Entaulat conoció las marionetas de varillas cuando esta preparó una obra de Enric Valor.
“Me pareció fascinante, me enamoró aquello”, asegura Edu, quien ayudó en la construcción de los muñecos para ese espectáculo y fue así como me metió en el teatro de marionetas. Pero pronto se le quedó pequeño, porque todo lo hacían de manera autodidacta, siguiendo las ilustraciones de libros en otros idiomas, y sentía que “necesitaba aprender” de algún maestro.

Aprendizaje en Estocolomo
La oportunidad le llegó cuando L’Entaulat se integró en la Unión Internacional de la Marioneta (UNIMA) y se apuntó a uno de los cursos que ofrecía esta asociación gremial de amigos y profesionales de la marioneta. Lo impartía el maestro sueco Michael Meschke, director del Marionetteatern de Estocolmo, quien durante quince días les sumergió en este mundo y le dijo que tenía “sensibilidad para mover los muñecos”.
Acabado el curso, Meschke le ofreció participar en Estocolmo en el montaje de “Don Quijote”, y allá que se fue Edu Borja un año, que incluyó una gira internacional por Japón, Corea y Bulgaria. Además, pudo aprender del maestro japonés Ruiji Nishikawa la técnica “Kuruma-Ningyo”: el marionetista mueve los pies del del títere con sus propios pies, o la cabeza del muñeco con la suya propia mediante una diadema de hilos.
Cuando volvió a España, Edu Borja montó su propia compañía de teatro de marionetas y estrenó en 1990 su primer espectáculo en solitario, “Soledades”, sobre la vida de un titiritero, que rodó por todos los festivales de España y también por Grecia y Suecia.
La voz de Anthony Queen o Astérix
Así comenzó una trayectoria que desde entonces ha desarrollado en paralelo a la actividad que le da de comer: el doblaje. Edu ha puesto voz en valenciano a actores como Robert Mitchum, Lawrence Olivier o Anthony Queen, y a personajes animados como Astérix y Bugs Bunny.

En estas tres décadas, Edu Borja ha viajado con su furgoneta haciendo funciones de marionetas para adultos y para todos los públicos, con obras como “El circo de la telaraña”, “Quijote vive” o “Gerontoshow”. Ha creado títeres por encargo para particulares y para otras compañías, y a trabajado en el Circo Gran Fele como marionetista y actor.
Además, ha dado cursos, como el que impartirá los fines de semanas del 26 de enero al 17 de febrero de 2019 en su taller de Benimaclet sobre iniciación a la marioneta de hilo.“Hay que sembrar la semilla para que esto no se pierda”, destaca Edu.
Cree que los que ya “pintan canas”, que son la mayor parte de este gremio, tienen que transmitir lo que saben a la gente joven, sobre todo teniendo en cuenta que en España no hay universidades ni escuelas oficiales que enseñen el oficio de titiritero, a diferencia de lo que ocurre en otros países.
Benimaclet, barrio de artistas
Mientras nos muestra algunos de sus títeres, Edu Borja cuenta que siempre ha vivido en Benimaclet, el lugar donde se conocieron su abuelo, que era de Montesa, y su abuela, que era del Cabanyal y visitaba a una hermana que vivía en una barraca perteneciente a Benimaclet.
Se casaron y se fueron a París a trabajar, donde vivieron quince o veinte años y donde nació el padre de Edu. En 1939 regresaron a València y volvieron a empezar «desde cero» en Benimaclet. Aquí, en la iglesia de la plaza, se casaron sus padres. Y aquí se quedó Edu Borja cuando decidió fundar una familia.

Asegura que “Benimaclet tiene algo que es entrañable”, pues “sigue siendo pueblo”, como cuando de adolescente cogía el trenet para “ir a València, ya que València estaba más allá”: desde Primado Reig y hasta la facultad “todo era huerta”. También cree que Benimaclet “tiene algo que es odioso”, ya que se ha convertido en un barrio dormitorio al que ha venido mucha gente de fuera y se ha “despersonalizado”.
Destaca que este es un “barrio de artistas”, donde se puede encontrar a gente que se dedica a hacer teatro, esculturas y hasta algún artista fallero. Y lamenta que no cuente con una Casa de Cultura, como se viene reivindicando desde hace muchos años.
Dejamos a Edu junto al banco de trabajo donde nacen sus marionetas, esas con las que hace números solistas –“solo puedo manipular un muñeco a la vez”– dramáticos o cómicos acompañados de música de fondo. Y con los que consigue “tocar la fibra” de niños y también de mayores, pues, según reivindica, “los adultos llevamos un niño dentro”.