MEDIO AMBIENTE, SOCIEDAD

Los pájaros que habitan Benimaclet

Son las 8’30 horas de la mañana, es el Día mundial de las aves migratorias y el director técnico de Actio Birding, Virgili Beltrán, llega al Jardí Lluerna cargado con prismáticos y guías desplegables de aves urbanas para llevarnos “de pajareo” y mostrarnos los pájaros que podemos encontrar en Benimaclet.

Se trata de una actividad impulsada por los colectivos La Figuera y Cuidem Benimaclet, que hace solo unos días organizaron un paseo botánico por este mismo lugar que nos permitió descubrir que más de cien plantas distintas han brotado en el solar ubicado en el límite de Benimaclet con la huerta.

Uno de los pájaros que se pueden avistar en Benimaclet
En esta época del año se pueden encontrar 30 especies de pájaros en Benimaclet. ©DsftBenimaclet

De la mano de este experto en ornitología vamos a encontrar a lo largo de un paseo de dos horas una veintena de especies distintas de aves, aunque según explica Disfruta Benimaclet si dedicáramos el día entero a esta observación llegaríamos a las treinta.

Una cifra que se elevaría al medio centenar invierno, cuando pasan por aquí las que están migrando y encuentran un lugar de “parada y fonda” en este espacio.

Tórtola turca, vencejo y morito

La primera en aparecer es la tórtola turca, un ave que según nos cuenta Virgilio ha aprendido a vivir en entornos urbanos y que por tanto no encontraremos en bosques ni campos, sino más bien comiéndose los bocadillos que se dejan los niños en los patios de los colegios.

Mientras la contemplamos pasan volando primero estorninos y a continuación vencejos (‘falsíes’ en valenciano), aves también muy urbanas que necesitan de las grietas y de los agujeros de los edificios para hacer sus nidos.

“Todo lo hacen en el aire; si los vencejos tocan tierra, ya no pueden levantar el vuelo, pues tienen las patas tan atrofiadas que solo les sirven para engancharse”, señala este biólogo, que destaca que se trata de aves insectívoras que ayudan al control de las plagas de mosquitos y “siempre es una alegría verlas en el cielo alrededor de la ciudad”.

Avanzamos un poco por el descampado y en ese momento pasa sobre nuestras cabezas un morito, un ave nada urbana. Se trata de un ibis o ave zancuda que vive en humedales como La Albufera, donde se alimenta de arroz. En abril y mayo los arrozales se secan para plantar de nuevo, y en esos dos meses en que no tienen alimento se reparten por otras zonas, como la huerta de Benimaclet, que forma parte del “espacio aéreo” entre La Albufera, el barranco de Carraixet y la Marjal dels Moros.

Un momento del paseo ornitológico por Benimaclet, con personas mirando por los tomavistas
Un momento del paseo ornitológico por Benimaclet. ©DsftBenimaclet

Buitrón, alcaudón, gaviotas, gorriones y golondrinas

Virgilio nos pide que tengamos el “oído atento”, ya que hay aves que se oyen antes de verlas. Escuchamos entonces a un buitrón, al que en valenciano se conoce como ‘trist’, con su peculiar “chis chis”.

La siguiente ave que nos regala su presencia es un alcaudón real, una especie migratoria muy cazadora de la que se dice que es “un pajarito con alma de rapaz” y a la que conoce en valenciano con el nombre de ‘el botxí’. Suelen colgar lo que cazan de más en los cables a modo de despensa.

Mientras caminamos hacia el Camí de Farinós, vemos surcar el cielo cerca de las terrazas de las casas que hay junto al descampado a una gaviota patiamarilla, que es de las más grandes, tras lo que llega el turno de los gorriones (‘teuladins’ en valenciano), a los que gusta anidar en tejados y agujeros.

Le siguen dos tipos de golondrinas: el “avión común” (la ‘oroneta cuablanca’ en valenciano), que suele hacer los nidos fuera de las casas, en los balcones, pegados al techo, y la golondrina común, de cola larga y garganta un poco roja, que prefiere anidar dentro de las casas.

Una cotorra de Guayaquil en Benimaclet.
Una cotorra de Guayaquil en Benimaclet. ©DsftBenimaclet

Cotorras, paloma torcaz, verdecillo, urraca

Aparece ahora un ave exótica considerada invasora, la cotorra, de la que a lo largo de este paseo veremos tres especies: la cotorra de Kramer  (verde, con barriga gris y cola larga), la argentina (que suele volar en grupo) y la de Guayaquil (de cabeza roja). Son especies de fuera que se han aclimatado A València y tiene su impacto en la fauna local, ya que compiten por el mismo alimento y espacios para hacer los nidos.

También acude aquí la paloma torcaz, a la que distinguiréis por la mancha blanca en el cuello, un ave originalmente forestal pero que en la actualidad es de las más comunes en las ciudades. Y muy cerca del Camí de Farinós avistamos un jilguero, un ave que canta tan bien que tradicionalmente ha sido capturada para tenerla en casa en jaulas.

Junto a una farola encontramos un verdecillo (‘gafarró’ en valenciano) macho, que está parado cantando, marcando territorio. Y más adelante vemos una urraca o picaraza, un ave “inteligente y oportunista”, que ha encontrado cerca de los humanos la oportunidad de alimentarse y que necesita árboles para criar.

Cernícalos, xoriguer, carbonero, mirlo y más

Llevamos una hora de paseo, en el que no nos hemos alejado mucho de las fincas, y nuestro recuento de aves se completa ahora con cernícalos, un xoriguer, un carbonero y un mirlo. Una de las paseantes comenta que las guías de aves sobrerrepresentan a los machos, algo que Virgilio admite.

Pero tiene una explicación: “En el mundo de las aves, el macho es el que tiene que hacer la faena para atraer a la hembra, y por ello tienen un colorido más atractivo. Ellas son las que eligen, y luego pasan más tiempo en los nidos incubando los huevos, por lo que necesitan pasar desapercibidas”.

Ejemplares de cernícalo, jilguero, verdecillo, mirlo, paloma torcaz y tórtola turca avistados en Benimaclet
Cernícalo, jilguero, verdecillo, mirlo, paloma torcaz y tórtola turca en Benimaclet. Fotos de Virgilio Beltrán

El tramo final de este “turismo ornitológico” de ciudad pasa por el CSOA L’Horta, que acaba de cumplir diez años donde hace muchos años había un vivero de flores que repartía a toda València, y en cuyos huertos urbanos encontramos una busquereta cap negra, mientras que de vuelta al punto de inicio escuchamos a unos pollitos de gafarrones reclamando a sus padres.

“Esta zona es una isla de biodiversidad”, reivindica Virgili, para quien debería ser una prioridad preservar este espacio dentro de la ciudad, y sobre el que está proyectado un PAI. “No nos damos cuenta del valor que tiene la huerta de València, no solo por la parte etnográfica y cultural, sino también por la parte de la naturaleza”, nos cuenta.

Y es que en estos tiempos de estrés en las ciudades, tener al lado de casa un espacio donde poder observar aves aporta tranquilidad y paz mental y constituye además todo un lujo.

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