¿Es posible ver una exposición de arte contemporáneo fuera de una galería o de una sala institucional? Un grupo de jóvenes artistas ha apostado por ello y ha protagonizado este fin de semana “Fuerísima colectiva”, una muestra artística nada convencional que se ha podido ver en una azotea de Benimaclet.
“Es una propuesta muy original o muy rompedora, que ha buscado subvertir los formatos y el espacio”, explican a Disfruta Benimaclet los componentes de esta iniciativa, nueve jóvenes que en su mayoría están cursando el Máster en Producción artística en la Universitat Politècnica de València y que han unido inquietudes afines para generar un gran proyecto.

Son Aina Monzó, Álex Pozo, Carla Marzán, Javier Galán, Leo Pum, Lucía Sanz Montávez, Manel Bafaluy, Sofía Alemán y Élyse de la Croizetière, y yo no perdería de vista estos nombres, porque tienen muchas ganas de experimentar y de irrumpir en la escena del arte valenciana y nacional, y quién sabe hasta dónde llegarán.
Por qué Fuerísima
El nombre de la exposición, «Fuerísima colectiva«, es toda una declaración de intenciones. Un juego de palabras de quienes todavía no están dentro del sistema del arte, de los circuitos convencionales del arte contemporáneo a nivel nacional y de los espacios que albergan exposiciones, pero quieren empezar a entrar en él. “Es como una ironía: no estamos en ningún punto reconocido oficialmente, estamos fuerísima de todo”, señalan entre risas.
Pero van más allá. Han elegido para mostrar sus obras una azotea, un lugar fuera de un edificio, un espacio comunitario reconvertido en punto de encuentro, de la misma manera que el confinamiento por el coronavirus las terrazas se convirtieron en lugares “para crear comunidad, donde había aplausos todas las tardes a las ocho”.

Y precisamente, desde el “hartazgo” de las imágenes y del mundo virtual que ha generado la pandemia, en esta era postcovid defienden la necesidad de tocar, de sentir, de centrarse en la materia, y hacerlo en un lugar ventilado y al aire libre parece que se adecúa más a las circunstancias que todavía vivimos (y que les han llevado a organizar las visitas mediante cita para que no hubiera aglomeraciones).
Una propuesta fresca y divertida
Quienes han podido disfrutar de “Fuerísima colectiva” han vivido una experiencia que comenzaba ya con una intervención artística en el ascensor de camino a la azotea, para desembocar en un espacio en el que lo mismo se podía encontrar un meteorito que palomas correteando en coches teledirigidos, piezas culminadas en la cremà de las Fallas, una evocación de las alfombras del Corpus de Canarias o piezas que remiten a la piel o las prótesis.
Todo ello rodeados de edificios y de otras terrazas con ropa tendida mecida por el viento, convertidos en complemento perfecto de estas intervenciones artísticas que se han adaptado a un espacio donde el blanco no es el color hegemónico, pues también influyen los desconchados en las paredes, el rojo del suelo, el gris de las tuberías, la luz natural o los colores del entorno, que también han interactuado con unas piezas que además han dialogado entre sí.

“Con la luz la obra cambia: dependiendo de la hora del día a la que vengas a la exposición, ves una obra o ves otra, porque las sombras y todo influyen al final”, destacan estos artistas, que coinciden en que esta iluminación, tan propia de València, “no se puede dar en el blanco de una galería; la exposición sería otra en un espacio cerrado y al uso”.
El resultado ha sido una propuesta lúdica, fresca, en la que pese a la seriedad con la que se organizado -hay muchos meses de trabajo y de reflexión detrás- se han quitado pretensiones para que la gente disfrute viéndola.
“El componente clave es divertirse” en esta azotea reconvertida es un lugar “muy vivo y muy lúdico”, y que al no ser un espacio “muy reglado”, como las galerías, se siente como “algo más cercano”, aseguran.
Obras inclasificables
Sus propios creadores consideran que las obras de “Fuerísima colectiva” son “bastante inclasificables”, ya que tienen una inquietud por romper los formatos y la tipología cerrada de las obras de arte.
Aquí no hay dibujo, escultura o pintura, sino “algo más expandido y que desborda de esas categorías; se ve en la exposición que las obras juegan a romper esas categorías todo el rato”, nos cuentan.

Cada trabajo aborda unas ideas comunes como el cuerpo, imagen, la situación post covid o la materialidad, y a partir de ahí cada artista lo desarrolla con libertad y usando materiales que no son nobles, sino económicos, acompasados a su situación precaria: desde poliespán a serrín, pasando por piezas de ordenador o impresiones 3D, por ejemplo.
Insisten en que no funcionan como un colectivo artístico, sino más bien como un equipo. “No tenemos una propuesta común en cuanto a nivel conceptual, sino que tenemos intereses en los que confluimos”, explican, para añadir que funcionan como un equipo de apoyo, a nivel de producir las obras y de darse feed back. La intención no es otra que generar “un bloque resistente”, una red que les permita acceder a las instituciones artísticas o lidiar con la burocracia que estas tienen.
El estar “fuera de individualismo”, el unirse les da “más fuerza” para poder generar proyectos más grandes, como esta exposición, en la que han podido experimentar y probar cosas nuevas a las que quizá uno solo no llegaría.
Y si además esta conexión sirve como “llave” o como “enlace” para contactar con agentes del arte contemporáneo y poder entrar en ese mundo, el objetivo está cumplido.
Por qué en Benimaclet
¿Y por qué hacer “Fuerísima coletiva” en Benimaclet? No dudan al responder. “Es un barrio propicio”, pues al estar cerca de la Facultad de Bellas Artes de la UPV se suelen generar núcleos de viviendas de estudiantes, como el edificio que ha acogido la exposición, en el que casi todos los vecinos son estudiantes.

“Pero además hay arquitecturas muy interesantes dentro de Benimaclet, una paleta cromática muy concreta”, destacan, para sumar un tercer factor: el componente “emocional” de un barrio que ha acogido a estos artistas que vienen de otras partes de España -desde Cataluña a La Rioja, el País Vasco o Canarias– e incluso del mundo, como Canadá.
“Aquí nos sentimos como en casa, y esa familiaridad, ese estar cómodos en este barrio” que se abre a los estudiantes también permiten que surjan propuestas de este tipo, explican.
El futuro
El siguiente paso ahora es digerir lo que ha supuesto esta exposición alternativa y ver si en el futuro hay más ediciones de “Fuerísima” y hacen propuestas en un formato parecido. “Pueden ser en azoteas, pueden ser en otras ciudades …”, dejan caer en su conversación con Disfruta Benimaclet.
De momento, esta generación marcada, según explican, por “el colapso climático, económico, sanitario y mental”, ha dado ya un primer paso para hacerle frente a un presente que se derrumba ante sus ojos. Ojalá sea el primero de muchos, aunque el camino sea largo.