Entre la posguerra y los años 60 del siglo pasado, muchas niñas y jovencitas de Benimaclet se convirtieron en el sustento de la economía familiar cosiendo en sus casas. Eran hijas de jornaleros y artesanos, tenían 11, 14 o 17 años, y cosían a destajo chaquetas para fábricas de València.
Después de décadas de olvido y de silencio, este 8 de marzo han sido el símbolo de la reivindicación feminista en Benimaclet, donde se ha levantado en su memoria el Racó de les jaqueteres.

Un rincón que ha sido posible tras revisitar la historia y descubrir a unas mujeres que nunca antes habían tenido reconocimiento alguno, a pesar de que fueron esenciales para el sostenimiento económico de muchos hogares, a la vez que cuidaban de sus familias. Ahora son parte de la historia feminista de Benimaclet, que desempolva sus vivencias, las reivindica y les da el protagonismo que nunca tuvieron.
La historia invisibilizada de ‘les jaqueteres’
El fenómeno de ‘les jaqueteres’ lo descubrieron de manera casual hace unos años las sociólogas Isabel Gadea y Arantxa Alfaro, mientras llevaban a cabo entrevistas a personas de más de 65 años de Benimaclet para un trabajo de una asignatura de la carrera basado en “historias de vida”.
“Nos sorprendió que muchas mujeres decían que no habían trabajado nunca, pero luego contaban que habían tenido que dejar la escuela dada la situación de precariedad y miseria de la época y ponerse a coser chaquetas”, explica Isabel Gadea a Disfruta Benimaclet.
Habían nacido entre los años 20 y 40, eran de clases populares, y en la posguerra se tuvieron que “buscar la vida”. Y lo que más ofertaba el barrio era la costura de chaquetas para fábricas que deslocalizaban la producción. De ahí que se las conociera como “chaqueteras”, de la misma forma que a las costureras de Torrent, que cosían pantalones, se las llamara “pantaloneras”.

Era un trabajo “englobado dentro de la economía sumergida, a domicilio, feminizado, infantil en la mayoría de los casos, no regularizado y no reconocido ni política, ni económica ni socialmente”, señala Isabel, quien destaca que, a pesar de que fueron bastantes las que se dedicaron a este oficio, el hecho de que cosieran en casa “invisibilizaba su trabajo”.
Arantxa destaca que “no es casualidad” que su labor se enmarcara en el sector textil: coser era “cosa de mujeres”, uno de los “saberes” que supuestamente debían tener todas. Y las abocaba a jornadas interminables de costura, con un salario bajo y variable, al que añadían luego la crianza y los cuidados de sus familias. “Su tiempo de vida era tiempo de trabajo”, resume.
Las protagonistas de esta historia
Muchas de esas “chaqueteras” han muerto ya, pero todavía quedan tres en Benimaclet. Uno de los momentos más emocionantes del acto organizado por la Assemblea Feminista de Benimaclet fue poder escuchar el testimonio de dos de ellas, Matilde y Lolín, que no pudieron asistir al acto por la pandemia de coronavirus, pero dejaron grabados sus recuerdos.

Recuerdos de unos tiempos en los que “había muchísimas casas” en Benimaclet, “casa sí, casa no”, donde se cosían chaquetas -en la propia o en talleres improvisados por vecinas-, de pasarse “todo el día sentada” con una labor en la que había veces que la fábrica no daba nada para hacer y otras entregaba 20 o 30 piezas para devolverlas en tres o cuatro días. De días de coser de 8 de la mañana a 8 de la tarde, pero también hasta la medianoche si hacía falta para devolver una faena “mal pagada” en la que no se tenían en cuenta las horas extra.
De cargar con fardos de catorce chaquetas que les dejaban los brazos rojos. De viajes en el tranvía 8 para llevarlas a la fábrica y volver con nuevas piezas, a veces con la compañía de un familiar porque cerca de los Viveros, donde cogían el tranvía, les salían al encuentro exhibicionistas y ellas eran muy jovencitas, ya que cuando se casaban abandonaban el oficio. De esperar al “volver de València” a que pasara un carro hacia Alboraia para cargarle detrás el fardo hasta Benimaclet.
Anécdota de ‘les jaqueteres’
De anécdotas, como la de aquella Navidad en que la madre de una de ellas esperaba el dinero que le pagaran para poder comprar dos sepias con las que celebrarla. Como cuando les revisaban las chaquetas y si una no estaba bien no les pagaban las otras: tenían que volverse a casa, arreglarla y regresar de nuevo corriendo para poder cobrarlas.
O como cuando iban a fregar de rodillas un sábado la casa de la maestra del taller para ganar 4 pesetas y poder ir alguna vez al cine, aunque luego su madre les decía que le hacía falta el dinero y se lo entregaban.

Con todos los testimonios que recabaron, Isabel y Arantxa escribieron “Descosint la invisibilitat: les jaqueteres de Benimaclet”, un trabajo con el que ganaron en 2013 el II Premio Joan Francesc Mira al mejor trabajo de investigación antropológica, que concede la Associació Valenciana d’Antropologia, e hicieron también un cortometraje.
Revisitar el pasado para definirlo
Pero, en paralelo a la investigación, observaron un proceso de cambio en estas mujeres: revisitaron su pasado como ‘jaqueteres’, y a la vez adquirieron palabras para definir como correspondía un trabajo al que nunca habían visto como tal. “En aquel entonces podían ser amas de casa y ya está; no tenían las palabras ni los referentes para definirse de otra manera”, señala Isabel.
Sin embargo, estas sastresas, que al comienzo de la investigación decían que nunca habían trabajado, ahora se reivindican. “Éramos burros de faena, pero hemos sacado a flote hijos y todo, hemos trabajado y hemos sacado delante a la familia”, defienden. Y lamentan que, a pesar de ello, no tengan ninguna pensión, ya que nunca se reconoció su trabajo, ni se les valoró “nada de nada”.
“Ahora la mujer puede ser ingeniera, abogada, de todo … antiguamente solo podíamos ser chaqueteras y amas de casa; no éramos nada más”, exponen.

Por ello, Matilde y Lolín, las últimas chaqueteras, agradecen el homenaje del movimiento feminista, después de que durante décadas su labor haya permanecido en el olvido y nunca se les haya dedicado una calle en un barrio que en gran medida subsistió gracias a ellas entre los años 40 y 60, cuando las chaquetas pasaron a coserse en las fábricas y esta figura desapareció.
Justicia poética para estas mujeres
Para Isabel, reivindicar a ‘les jaqueteres’ este 8 de marzo es “justicia poética”, y les ha permitido pasar del espacio privado, donde no eran reconocidas ni valoradas en su doble desigualdad por género y por clase, al espacio público “que históricamente se les negó”.
Hoy, varias generaciones de mujeres después, tenemos la capacidad de “nombrarlas, reconocerlas y recordarlas”, aunque muchas de ellas ya no estén, defiende. E iniciativas como el ‘Racó de les jaqueteres’ son, como destaca esta socióloga, “súper importantes: porque mientras las guardemos en la memoria, no van a morir nunca”.
Les jaqueteres han vuelto a Benimaclet.
Hola, decís que solo quedan dos, mi madre fue chaquetera y nadie se ha puesto en contacto con ella. Seguro que os habéis informado muy bien, no lo dudo, pero hay lagunas. Mi madre seguramente será de las más jóvenes. Me gustaría que ella también fuera homenajeada, como las demás. Gracias.
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Hola Pepi, gracias por escribir. Mi artículo se centra en una entrevista a las sociólogas que hicieron la investigación, que se basó en entrevistas a personas mayores de Benimaclet. Imagino que la ausencia de documentos y registros sobre esta actividad de economía sumergida que se produjo entre los años 40 y 60 del siglo pasado ha dificultado poder contactar con todas las mujeres que se dedicaron a ella, y ha tenido más que ver con la memoria de aquellas que han podido encontrar para que narraran su historia. En todo caso, el homenaje es para todas las chaqueteras de Benimaclet, por lo que si tu madre también lo fue, por supuesto que el ‘Racó de les jaqueteres’ va dedicado también a ella. Un saludo.
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Enhorabuena por vuestro trabajo y gracias por el homenaje a todas esas mujeres (en el caso de mi madre entonces era una niña) que tanto hicieron y tan poco se han reconocido.
Solo quería aclarar el comentario que ponía «solo quedan dos», no, quedan más, y seguramente que no solo mi madre, habrá más seguro.
Muchas gracias!
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