¿Os imagináis un colegio en el que los alumnos cultiven su propio huerto, bajen a leer en él con los trinos de los pájaros de fondo, o den clases de matemáticas o lengua entre las habas, las lechugas o las plantas aromáticas que ellos mismos han plantado?
En el Colegio Municipal Benimaclet lo han hecho posible. Sus 384 alumnos y alumnas, que cada quince días bajan al huerto, siempre están contando los días que les faltan para enfundarse los guantes y coger las azadas. Y el huerto escolar, que estaba ahí desde que el colegio se construyó pero que apenas se utilizó durante dieciséis años, es en la actualidad la «seña de identidad» del centro.

El huerto como aula abierta
«Es un aula abierta, tiene un sinfín de posibilidades y el entorno es inmejorable», explica a Disfruta Benimaclet el coordinador del huerto, Paco Sáez de Jáuregui. Y Raquel Delgado, una de las maestras que forma parte de la comisión del huerto -donde también hay padres, porque aquí «el huerto es de todos»- resume la evolución que han tenido: «vamos subiendo peldaños: primero se buscó tener un huerto sostenible, luego llevar el huerto a las aulas con actividades, y ahora llevamos las clases al huerto«.
Pero empecemos por el principio, porque la historia de este huerto escolar es muy curiosa. Cuando se construyó el centro, en el año 2000, se incluyó un huerto de unos 120 metros cuadrados en total formado por cuatro parcelas. Sin embargo, solo se utilizaba de manera muy esporádica una de ellas y en el resto crecía la maleza.
Hace tres cursos, gracias a la implicación de profesores, como Paco, y de padres de su clase, se empezó a impulsar. Y el cambio fundamental se produjo el curso pasado, cuando el Ayuntamiento de València amplió la plantilla del centro y se pudo dedicar un profesor a coordinar el huerto.
Ese profesor es Paco, a quien después de 38 años de docencia le apeteció centrarse en un ámbito que apenas conocía y en el que tuvo que formarse, junto a otros profesores, para «hacerlo bien». Asegura que esta iniciativa es “de lo mejor” que le ha pasado en su trayectoria docente, y aspira a seguir en ella hasta que se jubile dentro de dos años.

El secreto del huerto
Entre las habas, lechugas, alcachofas, guisantes, zanahorias o coles de bruselas que llenan el huerto, Paco y Raquel nos cuentan que el secreto del éxito está en la implicación de toda la comunidad educativa: el profesorado se cree el proyecto y para ellos es “gratificante” poder atraer la atención del alumnado sin necesidad de «hacer el pino con las orejas».
Para los niños es «una fiesta« bajar al huerto, seguir todo el proceso desde que siembran hasta que recolectan productos que resulta que no vienen en bolsa, como en los supermercados, o poder crear pasta de dientes o perfume de lavanda con lo que cultivan. Y los padres también participan acudiendo a quitar hierbas o a plantar.
En este huerto todo es ecológico, hasta los pocos insecticidas que utilizan. Paco presume de que hasta el momento no han tenido ninguna plaga, y cuando hace falta recurren al extracto de ortiga o de cola de caballo, a la leche o al café. Disponen además de composteras, donde los más peques del cole dicen que “le preparan la comida” a las lombrices.
El destino de la cosecha
¿Y qué se hace con los productos que se cultivan en este huerto tan especial? Pues varias cosas. Una parte va al comedor, donde el alumnado degusta lo que ha cultivado. Si hay mucha cosecha, se hace un mercadillo y lo que se recauda se destina al viaje de estudios de los alumnos de sexto de Primaria.
A veces también se hace un sorteo en las clases, o se vende al profesorado y ese dinero se reinvierte en el huerto.

¿Y qué cuesta tener un huerto así? El Colegio Municipal Benimaclet lo saca adelante con 650 euros anuales. Disponen para ello de una subvención de 500 euros que recibe el AMPA de la Conselleria de Educación para proyectos. Y si precisan de algún gasto extra, por ejemplo para adquirir alguna herramienta o para el material con el que confeccionan las actividades, lo aporta la dirección del centro.
Un grupo de trabajo de maestros de la comisión del huerto confecciona un material propio con actividades e iniciativas que atraigan al alumnado. Por ejemplo, Raquel explica que el huerto es el lugar ideal para que los más mayores aprendan in situ qué es un área y medirlo, para enseñar a los más peques las formas, o para descubrir palabras como “vaina”.
“Es una forma de aprender totalmente diferente; hay cosas que les maravillan, como las flores del tomate o del guisante. Y les cala”, asegura Raquel.

Las normas del huerto
Todo el alumnado del Colegio Municipal Benimaclet, de entre tres y doce años, ha interiorizado las normas del huerto. Tiene muy claro que no se pueden arrancar las plantas ni las flores cuando salgan, que no hay que derrochar el agua, que las hierbas se quitan solo cuando así se lo indiquen, o que hay que ir siempre por los pasillos del huerto, para no pisar la tierra ni las plantas.
Ahora saben también todo el esfuerzo, el trabajo y la satisfacción que supone sacar adelante un producto que ellos mismos han plantado tras preparar la tierra, han regado y han cuidado con cariño durante semanas.
En este tiempo, el huerto ha sido un espacio de aprendizaje constante, donde también ha habido que investigar. Como cuando el año pasado plantaron girasoles y cada día se encontraban con las cáscaras de pipas en el suelo: los autores resultaron ser unos loros que esperaban a que por la tarde se vaciara el colegio para saborear estos frutos secos.
El centro está inmerso ahora en el concurso “Mi cole se mueve”, convocado por la editorial SM para difundir iniciativas de colegios que “quieran cambiar el mundo a través de la educación”. Podéis dar vuestro voto en la web del concurso si os ha gustado este proyecto de trabajo en equipo que ha entusiasmado a toda la comunidad escolar y a quienes lo hemos podido conocer de primera mano.