Benimaclet cuenta con un edificio muy singular que se ha convertido en el icono arquitectónico del barrio. Seguro que ya habréis adivinado que se trata de Espai Verd, obra de Antonio Cortés Ferrando, quien ha abierto sus puertas a Disfruta Benimaclet.
Acompañado de su hija Paz, también arquitecta, nos han contado todos los pormenores de este singular proyecto que ha cumplido 25 años y cuyo origen tiene que ver también con los inicios profesionales de Antonio Cortés.
Así surgió Espai Verd
Nos explica que cuando acabó la carrera de Arquitectura, en 1974, no había prácticamente promotores y empezó a idear edificios que eran cooperativas de viviendas sociales, como en la Malvarrosa. En ellos ya se veían unas características que más tarde incorporaría a Espai Verd, como zonas ajardinadas y de espacios comunitarios que permitieran la relación entre el vecindario.

Con esos antecedentes, a principios de los años 80 surgió el proyecto de Espai Verd. Era un momento en el que la gente que quería vivir en contacto con la naturaleza se tenía que ir a adosados fuera de la ciudad. Pero Antonio Cortés creía que era posible construir un espacio residencial en la ciudad en el que se mantuviera ese vínculo con la naturaleza.
Y se puso a trabajar en ello influenciado por obras como Habitat 67, que Moshe Safdie (Premio Wolf de Arquitectura 2019) creó en Montreal para la Expo Universal de 1967, o el Walden 7 de Ricardo Bofill, en Barcelona, que iban a visitar cuando estudiaban.
Ecología y economía colaborativa
El resultado fue, una década después, un edificio formado por 108 viviendas que se puede considerar precursor de la vivienda sostenible, por la importancia que se da en ella a la ecología. Y también de la economía colaborativa, pues se optó por la fórmula del cooperativismo para poder hacerla posible.
Con el fin de lograr la mejor orientación y una ventilación cruzada en todas las viviendas, el edificio está escalonado en distintas alturas –entre las quince y las cinco plantas- y quizá por ello es conocido popularmente como ‘el barco’. Además, está girado 45 grados sobre la trama urbana, algo que algunos arquitectos no comprendieron en su momento.
Las viviendas están concebidas a modo de chalés, por lo que todas (bien sean sencillas, dúplex o tríplex, los tres tipos que existen) cuentan con una terraza ajardinada de unos 95 metros cuadrados, que convierten el edificio en un gran jardín vertical.

La elección de Benimaclet
El arquitecto nos desvela que se barajaron dos emplazamientos para Espai Verd: unos solares a la salida de la Pista de Ademuz, y los de Benimaclet, ubicados cerca de la autovía V-21 y de la huerta de Alboraya. “Nos gustaba más Benimaclet, porque estaba más conectado con el centro de la ciudad”, señala Cortés, quien recuerda que los terrenos eran de tres propietarios, uno de ellos una marquesa que vivía en Alicante y a la que visitó varias veces para convencerla de la venta.
La obra se dividió en cuatro fases, porque pensaban que costaría encontrar a los socios para todas las viviendas, si bien se llenaron todas al mismo tiempo e incluso se formó una lista de espera. Cuando se hizo la cimentación y los sótanos, la constructora paró la obra porque “los precios no le cuadraban” y los encareció. Así, hubo gente que estaba apuntada y finalmente no pudo comprar una vivienda, y pasó a quienes estaban en espera.
Durante el recorrido por el edificio, el arquitecto rememora el gran andamio que hubo que poner para hacer el voladizo de la entrada principal. Nos muestra las escaleras que forman motivos escultóricos –“como heredé de mis maestros”, precisa-. Yexplica entre risas que tuvo que improvisar una caseta de obras que finalmente se ha conservado y se utiliza ahora como centro especial de empleo.

También detalla que aplicó a este proyecto su otra gran pasión, la informática, en la que se inició cuando comprar un ordenador costaba tres veces lo que una casa. Así, creó un programa que calculara las estructuras y las cargas que tenía que soportar el edificio, gracias al cual los pilares tienen distinto diámetro. Y le dotó de banda ancha, cuando ni siquiera existía un decreto que regulara cómo hacerlo.
Un jardín central con cascada
Además, nos muestra con orgullo el jardín central, con su gran fuente en cascada, un olivo de 330 años y el sonido de distintas aves; la montaña artificial, en la que le gustaría recuperar el ‘sendero de los ángeles’, o la pista de ‘footing’ de 250 metros de la cuarta planta.
Y reivindica el oratorio interreligioso, un empeño suyo que fue donado al edificio, en el que se hacen tertulias y encuentros periódicos de distintas religiones, incluidas las minoritarias.
Paz Cortés señala que los espacios comunes no son algo “residual”, sino que están “en el corazón” de un edificio que se enmarca también en la corriente del brutalismo arquitectónico -caracterizado por dejar el hormigón a la vista-. Por ello, ha sido incluido en una exposición del Museo Alemán de Arquitectura de Frankfurt (DAM) sobre este estilo.

La errata del nombre
Entre las anécdotas del edificio, está la errata en el nombre original (‘Espai Vert’ en lugar de ‘Espai Verd’, que se ha ido corrigiendo con el tiempo), según nos cuenta el arquitecto. Y si os fijáis por fuera, quizá podáis reconocer uno de los símbolos del grial que sin saberlo, según asegura, introdujo en el edificio.
Antonio Cortés no oculta antes de despedirnos su preocupación por el PAI Benimaclet Este, que se quiere ejecutar en las inmediaciones y que considera que se podría llevar a cabo de otra forma.
Si os gustaría conocer por dentro Espai Verd, sabed que se podrá visitar en mayo de forma gratuita y guiada gracias a la iniciativa internacional Open House, un proyecto que, del 3 al 5 de mayo de 2019, abre las puertas de los cincuenta mejores edificios de València desde el punto de vista arquitectónico.