Benimaclet cuenta con dos bienes de relevancia local muy peculiares en los que seguro que has reparado alguna vez. Se trata de dos chimeneas industriales de ladrillo, vestigios de una industrialización que llenó la Comunitat Valenciana y muchas ciudades españolas de este tipo de construcciones entre el segundo tercio del siglo XIX y la década de los sesenta del siglo XX.
De las cuarenta instalaciones de este tipo que perviven en la ciudad de València, Benimaclet cuenta con dos: una en la calle Guardia Civil, junto al chalé en el que se ubica la Junta Municipal de Exposición, y otra en la antigua fábrica lechera de El Prado, junto al cementerio parroquial y muy cerca de la alquería Serra.
Son construcciones que forman parte ya del paisaje urbano del barrio, y a las que cabe que mirar de una manera diferente cuando se conoce lo que había detrás de ellas. Pues por ejemplo, existió el oficio de constructor de chimeneas de ladrillo, que en el caso valenciano -las chimeneas de la Comunitat Valenciana tienen sus características propias, como su planta octogonal– solía pasar de padres a hijos y se combinaba con otras labores de albañilería.

Cada chimenea valenciana tardaba unos dos meses en construirse de media -podían llegar a los tres meses, según la altura, a razón de tres o cuatro hiladas de ladrillo por día-, y era el resultado del trabajo de cinco personas: dos oficiales y tres peones, que entre otras herramientas utilizaban para levantarlas unos andamios denominados «escala de gat», a base de tablones de madera.
Así lo cuenta una de las expertas en esta materia, la arquitecta y profesora de la Universitat Politècnica de València Gracia López Patiño, en su tesis doctoral sobre “Chimeneas industriales de ladrillo en el Levante y Sureste español”, en la que reivindica estos hitos urbanos por su valor histórico, social, económico e incluso artístico, y considera que forman parte del patrimonio y de la arqueología industrial, dado que superan el medio siglo de vida.
Estas chimeneas llegaron con el desarrollo industrial, de la mano de las máquinas de vapor. Hacía falta elementos que se elevaran al cielo para alejar los humos que producían las fábricas, pero también para ahorrar combustible: cuanto más alto era el tiro, más favorecía la combustión.

Se realizaban con materiales baratos y fáciles de manejar, los ladrillos de arcilla cocida, que además eran un buen aislante térmico, y se empleaba una mano de obra que también era barata, si bien parece que los constructores valencianos cobraban más que los de otras comunidades autónomas.
Fueron también un símbolo de poder y riqueza: cuanto más alta era la chimenea, mayor prestigio social. Y aunque cuando se crearon formaban parte de otros edificios, algunas se han quedado ahora solitarias, como la de la calle Guardia Civil de Benimaclet. Está situada entre las canchas deportivas que dan a Vicente Zaragozá, un gimnasio y a espaldas del chalé Vista Alegre o chalé Martí, conocido así por el apellido de la familia burguesa que veraneaba en esta casa de campo rodeada de huerta.
Según la web Benimaclet Conta, junto al chalé, llamado también Vista Alegre, la familia Martí construyó una fábrica de conservas de verduras, sobre todo de tomate, que tenía muchos trabajadores y estuvo en funcionamiento hasta 1956. Esta chimenea ha quedado como recuerdo de esa fábrica de Benimaclet.
La fecha de construcción de esta chimenea de base rectangular y fuste octogonal realizada con ladrillo cocido y rematada por un pararrayos está datada entre 1840 y 1900, según recoge el Catálogo de Bienes y Espacios Protegidos del Ayuntamiento de València. que precisa que la base es de tres metros y la altura de unos 25 o 30 metros.

Más reciente es la chimenea color terracota de la antigua fábrica lechera de El Prado, construida en 1964-1965 junto a las calderas de la mercantil y que sigue en pie, al igual que las abandonadas instalaciones industriales a las que daba servicio y que se pueden ver desde la autovía V-21. Esta chimenea de ladrillo es obra de una de las familias que se dedicaron a construir estos fumerales en la Comunitat Valenciana, los Goig, de Alzira. En concreto, la construyeron José Goig Lorente y Bernardo Pérez.
Como la mayoría de las chimeneas industriales que pueblan la Comunitat Valenciana, es de planta octogonal, aunque de esta se destaca que es una «pieza elegante, bien construida», cuya poca altura la hace «estable y rotunda», según la documentación del Ayuntamiento de València. La chimenea dio servicio a una empresa valenciana que nació en los años 50 para fabricar leche, horchata y batidos (como Chufi y Choleck).
En 1988 se fusionó con otra firma valenciana, Industrias Lácteas Cervera, dando lugar al Grupo El Prado Cervera. En 1999 fue comprada por el grupo francés 3A, que se llevó las instalaciones al polígono Vara Quart, con lo que quedaron en desuso las de Benimaclet. En 2004, pasó a manos de la multinacional Lactalis, que en 2011 se llevó a Andalucía la producción de horchata y batidos.

En opinión de la profesora López Patiño, las chimeneas industriales están en peligro de extinción, pues una vez han dejado de cumplir la función para las que se crearon han sido abandonadas, y muchas derribadas sin miramiento.
La ley valenciana de Patrimonio cultural concede a estas edificaciones, siempre que fueran construidas antes de 1940, una protección similar a la de las barracas tradicionales de la comarca de L’Horta o los antiguos molinos de viento. Así que cuando deis un paseo por Benimaclet, dedicad unos minutos a admirar estas construcciones, que han perdurado en el tiempo pese a que la razón para la que fueron creadas ya no existe.
PD: La mayoría de la información de este artículo ha sido consultada por Disfruta Benimaclet en la tesis doctoral “Chimeneas industriales de ladrillo en el Levante y Sureste español. Influencia sobre otros territorios. Estudio y análisis de las tipologías constructivas”, de Gracia López Patiño.