Benimaclet celebra desde hace dieciséis años en la primera semana de junio -salvo que la previsión climatológica obligue, como este año, a desplazar la cita- el Festival de la Tapa, un acontecimiento gastronómico que a lo largo de dos tardes convierte al barrio en lugar de encuentro en torno a delicias cocinadas por comercios de la zona.
La primera fiesta de la tapa de Benimaclet se celebró en el año 2001, cuando después de tener durante tres años “todo el barrio levantado” por la canalización de unas acequias, la Asociación de Comerciantes y Profesionales (Ascobe) pensó celebrar el fin de las obras con un acto.
Un clásico en Benimaclet
“Fue tal el éxito que tuvo la primera fiesta de la tapa, que desde entonces se ha convertido en un clásico de Benimaclet”, explica a Disfruta Benimaclet el presidente de la Asociación, José Andrés Gil.
Un total de dieciséis puestos (todos de locales de Benimaclet menos uno) han ocupado durante dos tardes, desde las 19 a las 23 horas, la calle Reverendo Rafael Tramoyeres (una de las que acoge el mercadillo de los viernes) para ofrecer sus elaboraciones gastronómicas: principalmente tapas variadas, pero también paella, carne asada y dulces. Y todo ello acompañado de refrescos, cerveza o tinto de verano.

Gil nos desvela que, en realidad, la edición de 2018 es la número diecisiete, pero prefieren no contabilizar la del año en que se les ocurrió sustituir la fiesta de la tapa por un asado argentino, pues “fue tal el fracaso que preferimos ignorarlo”.
“Compramos 1.500 kilos de carne, el Ayuntamiento nos hizo unas asadoras especiales, y la carne estaba riquísima, pero no había mesas, y comerse de pie el pedazo de carne, con un trozo de pan y la bebida … fue un desastre total”, rememora entre risas.
Muchos Erasmus
El ambiente de este festival es “fenomenal”, reivindica el presidente de Ascobe, quien precisa que el perfil del público es sobre todo a gente joven, y muchos estudiantes Erasmus, que vienen a compartir con los vecinos de Benimaclet esta fiesta. De hecho, señala ha sido necesario poner en las taquillas a gente que hablara idiomas para poder atenderles.
Este año han contado además, por primera vez, con el apoyo del Ayuntamiento de València, que según Gil ha querido impulsar el turismo gastronómico al ver que este festival es un “foco de atracción” de estudiantes Erasmus.
“El año pasaron vinieron casi 3.000 estudiantes norteamericanos que acaban de llegar a València, y cada vez se oyen muchos más idiomas entre los asistentes al festival”, asegura.

Explica que todos los años se supera “un poquito” la asistencia de público del ejercicio anterior, que cifra en entre 8.000 y 10.000 personas cada día del festival y hace que la calle se inunde de gente y haya momentos en los que no se pueda ni caminar.
“Es una fiesta alegre, la gente se lo pasa bien” y se respeta la convivencia con los vecinos que viven en la zona, asegura el presidente de Ascobe, quien señala que lo que buscan es promocionar el barrio, dinamizar el comercio y que esta cita anual se convierta en “un encuentro de lenguas, de culturas y de juventud”.
Fiesta pionera
Gil cree que el Festival de la Tapa de Benimaclet fue el primero de este tipo que se hizo en la Comunitat Valenciana, y a los tres o cuatro años después de empezar a celebrarla se crearon otros festivales similares. No obstante, reivindica que la de Benimaclet “intenta dar más tapas que nadie, y más variadas”.

De hecho, precisa que hasta el año pasado se ofrecían cinco consumiciones con un tique de cinco euros, pero “perdíamos ya tanto dinero, que este año se han dado tres consumiciones, de comida o de bebida, por cinco euros”.
Hay puestos que han participado en este festival desde la primera edición, como Casa Clemencia, Il Rosso o el Horno de Isa, y otros que han debutado este año, como la casa de comidas para llevar Sabores.
Cada uno de los puestos del festival ha servido de media unas mil tapas cada día, lo que supone un esfuerzo añadido a la tarea diaria de estos negocios del barrio, si bien Gil asegura que “mientras el cuerpo aguante” seguirán adelante con esta iniciativa, que implica además mucho trabajo durante meses.

Detrás de este encuentro gastronómico está Ascobe, una asociación que se creó en 1992 ante las obras del metro, que levantaron varias calles de Benimaclet durante cuatro o cinco años y dificultaban el acceso a los comercios.
Desde hace quince años está al frente de ella Gil, quien durante diez años regentó un restaurante en un barrio del que, según confiesa, le encanta que mantenga la esencia de pueblo y que la gente se conozca y se salude por la calle.
Marcad en vuestro calendario la primera semana de junio de 2019, porque Benimaclet volverá a ofrecer en la calle, a precios populares, tapas como chorizo criollo con chimichurri, ensalada de nido de pájaro, berenjena con crema de cabra, tomate seco y rúcula, o incluso creps de Nutella. Y si un festival con tantos años de vida se mantiene en el tiempo, por algo será.