SOCIEDAD

La palmera de once brazos de Benimaclet

Al final de la calle Rambla de Benimaclet, en el cruce con la calle Mistral, se yergue desde hace décadas una magnífica palmera de once brazos que constituye toda una referencia en el barrio.

Lo que igual no conocíais es la historia que hay detrás de este ejemplar que primero estuvo en una pequeña maceta en una vivienda cercana y luego fue plantado en un campo de flores que ya no existe. Pero allí sigue la palmera.

El antiguo propietario

Quedamos junto a la palmera con Miguel Casaña, un vecino de la calle Rambla que explica a Disfruta Benimaclet que se le puede considerar “el antiguo propietario”. Esta palmera “estuvo en mi casa desde que yo era pequeñito, hasta que llegó un momento en que se hizo grande y ya no la podíamos tener en casa, porque no se desarrollaba dentro de la maceta”, afirma.

La prueba la tiene en una pequeña fotografía en blanco y negro de 1957, según la fecha anotada al dorso en bolígrafo. En ella, un Miguel de 5 años posa junto a su hermano y unos familiares en el corral de la casa en la que nació y ha vivido siempre. Y en un extremo de la foto se puede ver un trocito de una pequeña palmera en una maceta.

La «culpa» de que la palmera acabara saliendo de casa la tuvo su madre, asegura, ya que una vez creció la planta cada vez que subía a la terraza  “se arañaba las piernas”. Así que dijo: “Esta planta, fuera”.

Al campo de flores

La solución la encontraron a escasos metros de la casa, donde había un campo de flores que llegaba hasta donde ahora hay unos cables de luz. Se la ofrecieron al jornalero que se encargaba de cuidarlo, quien la plantó. Y gracias a la tierra, sus nutrientes y el riego, empezó a crecer y desarrollarse.

Miguel, quien nació en 1952, calcula que por aquel entonces él tendría unos 14 años. Era una época en la que “todo el mundo tenía plantas en casa” y se sacaban a la calle para adornarla en fechas señaladas, como el Corpus, las fiestas patronales del Cristo o el Combregar d’impedits.

De hecho, en el corral de su casa había un ficus y un pino plantados en un barril de vino. También rememora que en las alquerías cercanas había palmeras, que han ido desapareciendo con las alquerías y también por lo efectos del picudo rojo, una plaga que por el momento no ha afectado a la palmera de la calle Rambla con Mistral.

Once brazos

Junto a Miguel contamos cuántos brazos tiene esta gran palmera, pues sabe que tiene muchos pero nunca se había parado a enumerarlos. Nos salen un total de once y no deja de asombrarse, especialmente cuando lo compara con la “simple palmera de un solo ojo” que tenía en su casa.

¿Y qué especie de palmera es? Miguel lo desconoce, pero hemos hecho averiguaciones y nos han contado que es una “phoenix canariensis”, con un pie hembra que ha ahijado alrededor de su tronco principal.

Este magnífico ejemplar sirve también de referencia en el barrio a la hora de quedar o de indicar una localización. “Si viene un taxi o viene un amigo, le dices: por el cuartel de la Guardia Civil, calle Mistral y al final, donde está la palmera, allí vivimos”, señala con una sonrisa.

De su cuidado se encarga el Ayuntamiento, que suele ir a podarla “cuando las ramas se arriman mucho al balcón” de una vivienda cercana, para evitar por ejemplo que pueda subir algún roedor por allí. También quitan de vez en cuando las hierbas que hay en la parte inferior. ¿Y cuándo se riega? “Cuando llueve”, responde entre risas Miguel.

Intento de traslado

Este vecino que ya se ha acostumbrado a pasar a diario a los pies de esta gran palmera recuerda anécdotas como cuando después de abrir al tráfico el final de la calle Mistral se barajó trasladarla a una rotonda de la Ronda Norte cuando ésta se estaba construyendo.

“Vinieron técnicos del ayuntamiento y midieron hasta para ponerle unas argollas de hierro para el transporte”, señala Miguel. Pero el requisito para trasladarla era que hubiera garantía de que no se iba a romper ninguno de sus brazos, y parece ser que no la tenían.

Así que la palmera se quedó en su sitio, “en el límite” de la calle Mistral por donde pasan los coches. “Si hubiera estado un poquito más allá la hubieran tenido que quitar por obligación”, indica Miguel a Disfruta Benimaclet.

Fuego en la palmera

Otra anécdota que recuerda es que la han intentado quemar dos veces, y de hecho en algún brazo de la palmera quedan huellas de color negro. “Había quien decía que la culpa de que no se abriera al tráfico este tramo era de la palmera, cuando si no se abría era porque esto era propiedad privada”, destaca. La rápida llegada de los bomberos impidió que fuera pasto de las llamas.

Pese a todo, la imponente palmera ha seguido en su sitio, formando parte de la vida cotidiana de Benimaclet. Y siempre bajo la atenta mirada de su antiguo y orgulloso propietario, Miguel Casaña. Os dejamos un extracto en vídeo de la entrevista con él:

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